Martha Madan



¿A qué hora se muere?

¿A qué hora se muere?
nada importa tanto en el dolor como escurrirse,
nada duele más que estarse en duermevela,
entre imposibilidades infinitas.

¿A qué hora se muere?
¿A qué hora se irrumpe en signos y metáforas?
¿A qué hora nos acude la tarde?
De saberlo:
te lo hubiera dicho
para que llevaras puesto tu vestido favorito.
 
¿A qué hora se muere?
de haberlo imaginado,
al menos te hubieras despedido
con ese refinado adiós con que siempre partías. 

¿A qué hora se muere?
Lo peor es que nunca se sabe.

 

Oración a Martha Madan

Martha Madan que habitas un país intrínseco y denso,
abierto a las brazadas infinitas del corazón;
acaso no percibes todavía hondísimas angustias,
y mis gritos de ahogamiento…
¡no me desampares nunca!
Martha de mi sangre, María de mis nacimientos;
acógeme en tu pecho,
que es también mi pecho,
 ve siempre a mi lado, te lo pido.


 


Quince de diciembre

Hoy se me posó
el cuervo de Allán Poe en la cabeza,
eran las dos, post media noche
y vociferaba el “never more,
el “never more” de mis nostalgias.

No persistí en el curso de los sueños,
regocijé el insomnio en la lectura del gran Emerson;
todo el orbe daba vueltas
en su órbita de leyes,
y oí los pasos sigilosos de nuestras almas en su rumbo.

Todo es idealismo,
todo es idealismo en este 15 de diciembre.
¿A dónde nos iremos, sino al seno de nuestra infinitud,
sino al consorcio universal?
Casa de cuerpos enfermizos
Y soplo de espíritus siempre nuevos.

Todo es idealismo,
todo es idealismo en este 15 de diciembre.

Hoy se me posó
el cuervo de Allán Poe en la cabeza,
con su “never more”, en el nunca más,
y versos emersianos como los pájaros azules de la eternidad.





Evocación No.1 a Martha en el camino hacia Betania

No suelo meditar como Darío
en ondinas y ninfas de los mares;
no sueño vagar por viejos altares
que copan de extrañeza el sueño mío.

No muero imaginando que detrás
de la vida crece un árbol, no espero
una resurrección en el granero,
sino un sombrío cuervo, un “nunca más”.

No vivo engendrando opacas criaturas
debajo de las piedras, y si evoco
el camino a Betania, y si trastoco

el mito que en Marta reaparece,
es por la luz que nace en ella y crece,
es por la cruz que ensancha mis cisuras.


 

Evocación No.2 a Martha en el camino hacia Betania


Luz y cruz, mi bienamada no cesa
de resurgir, reaparecer donde
el dolor es ave que no responde,
y la vida lágrima que nos besa.

Luz y cruz, perpetua agonía bajo
los olivos, ¿era tu enfermedad
para la gloria, acaso la piedad?
Cuán lejos está Betania ¿Qué atajo

de trigos y sudarios me revela
tu caída? ¿Qué oráculo redime
tu pecho quebrantado en duermevela?

Luz y cruz, mi sufrida heroína de huesos
corroídos, ¿qué cruel noche te oprime
a morir tantas vidas y decesos?

 


  Nostal-algas

Qué nostalgia de algas dejaste, querida;
qué humedad tan próxima a las resurrecciones;
qué esperarte siempre detrás de una puerta
y verte y no verte,
y sentirte y no sentirte;
somos nubes, querida, somos nubes,
breves densidades que “alguien” dispersa,
somos dioses, querida, somos dioses,
esos dioses humildes de lo cotidiano. 






Madre y el centauro

Madre no hizo más el café con leche
desde que sus huesos estallaron de cáncer
bajo un árbol de mango.

Su dolor tenía el sabor de la pulpa y el jugo;
y una señora ondeó sobre su cuerpo
el cuercpo negro de una gallina; 
un centauro le inventó brebajes
con frutas en retoño y gotas de rocío
para bendecir la tierra
en los días lúgubres de marzo.





Martha

Si he vivido solo para intentar ser digno de ti,
me basta.



Never more
Abrí la puerta y no había nadie,
un aire demasiado frío se me alojó en la piel,
la noche aumentó sus extraños ruidos:
“never more, never more”;
cerré la puerta, un portarretratos cayó,
y mi madre no volvió jamás.


 

Madres

Desde su estancia perenne e inmaterial
“Alguien” se regocija y padece
de este mármol que yo soy y a quien resguarda;
desde su existir en el no existir,
desde su voto en el silencio
me ampara esa mujer que dejé de percibir;
y una señora de principios de siglo
se apropió de mí, de mi camisa, y el ayuno
de mis angustias y caprichos…
Y otra mujer contemporánea a mi sexo 
me hundió en su materia abismal de placeres,
así vivo bajo el voluptuoso amparo.

Una cuarta mujer (madre en la tercera),
me subestima el amor, lo sobreprotege, 
y al igual me ofrece el cáliz maternal.

La madre de mi hermano me sentó a su mesa,
me cedió una cama, “un que duermas bien”
y me elevó a hijo mío: carne de la carne.

Desde su estancia perenne e inmaterial
“Alguien” se me aparece multiplicada. 




 

Madres del mundo

Madre africana, que llevas tus hijos en la espalda y la leña en la cabeza, no me alcanzará la vida para elogiarte, incluso sé que mi elogio no te servirá de nada, no me alcanzará la vida para amar tus pasos sobre la tierra seca.

Madre africana, todos los hijos de la tierra parecen engendrados por ti, los hijos de las islas, los hijos de los polos y los nortes
parecen buscar eternamente la espalda amorosa que alguna vez los acogió.

Madre de Angola, o de Mali, madre de Tanzania o de Guinea,
no me alcanzará la vida para soñarte.

Madre americana, que padeces igual las penurias de los tiempos,
que te alojas en el hambre del maíz, que has sufrido
todas las guerras y las muertes de tus hijos,
que los has visto partir y no volver,
que has despertado entre tormentas y revoluciones.
 
Madre que partiste para siempre
y me dejaste entre todas las madres de este mundo, no me alcanzará la muerte para sobrevivirte.

Madre de la isla, que dejas tus hijos para forjar los hijos de otras madres, que dejas la casa, al esposo y te abres audaces destinos; madres de la isla con todos los nombres posibles,
no me alcanzarán los versos para idolatrarlas.

Madres potenciales que llevan un sueño a cuesta,
Como Adriana, la esposa de Gerardo, quien le pidió al presidente Obama que le concediera el derecho de ser madre;
como Dulce María Loynaz que jamás engendró y se volvió la madre de todos los poetas.

Madres del mundo, no me alcanzarán las estrellas del alma para amarlas. 


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