Fotos de guerra





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  A mis dos padres, Alberto y Ezequiel,

                                                  (Internacionalistas de pura cepa)

Alguna vez retumbó dentro de mí remota voz:

_Aprende, señor, a ver el mar con ojos de warao o de caribe,

Aprende a creer en los viejos rituales del triste jirahara,

Porque un día vas a morir sin saber de que etnia fuiste,

Porque un día te irás apagado y lento,

Arrastrando sobre una bestia al ser moribundo

Que jamás descubrió en las piedras al hombre eterno,

Al hombre infinito,

Al hombre-carne-espiritual de Dios.



Pobre de aquel que se ahogue entre las cosas cotidianas,

De él no serán ni las hojarascas de este reino.



_Aprende, señor, a contemplarte en lo más profundo del espejo,

Allá dentro, donde tu rostro se pierde en un océano de rostros,

Y dan ganas de vivir o desvivirse en múltiples vidas,

De caminar bajo las tardes amarillas de un desierto

Con todo el hambre y la sed de una caravana de hombres; _

 “Madre, yo sé que hay rastros de Abraham en el nitrógeno del aire”

Y que en los páramos del sur está la Tierra Prometida.





Sí que dan ganas de haber nacido en las entrañas de una selva,

Ya sea en el Chaco del Paraguay, en los tepuyes de la Gran Sabana

O a orillas del río Pará. De qué sirve haber salido de tu casa a recorrer el mundo

Si no salvaste a un guaraní del veneno de una cobra,

Si no tuviste cojones para entrar en una favela de Janeiro,

O en los cerros de Caracas;

Si no has hecho un parto en una noche de tigre a una negra de Zambia;

Si no le mataste el hambre de un día a algún fatal chiquillo

De las calles de Puerto Príncipe.



Brother, se está muriendo un continente de SIDA mientras tú le tiras fotos

A las ruinas de Chalchuapa, y a alguien se lo está comiendo la malaria por Nigeria;

Quién va venir después a admirar las ruinas nuestras,

Quién va a llorar ahora mismo por los cadáveres de Nueva Orleáns

O por la bella afganistana que sigue ocultando su rostro y su dolor

Después que le partieron sus hijos en pedazos.



Ay, madre, yo sé que me viste llorar

 Frente a aquella marcha de indios por la Avenida de los Próceres,

Fue como si todos los siglos de estas tierras se me juntaran en los ojos

En una sola tarde, y la angustia del toba, y del sanapana,

Y el miedo del yacuna y del miraña; no somos acaso

Tribus aniquiladas a los que nos reemplazaron nuestros dioses.



Señor, no se crea más civilizado porque hable siete idiomas

O porque use smoking y celular,

Todavía le falta conocer cómo musita el pescador hambriento en la costa,

Cómo ruega el campesino de Matanzas 

Para que el huracán no le arrase los plátanos,

Ignora aún la dialéctica ternura en que pervive el pinareño en la hoja de tabaco.



Pobre del turista que no vea más allá de los lentes de su cámara,

Porque jamás tendrá derecho de atrapar la luz ni el valor para morir por ella.
Iván Borrero


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