Él la conoció en
Brasilia y era diciembre,
quiso con ella conocer
la ciudad y la llevó a caminar.
Subieron a la Torre de
TV
y desde allá la vio
inmensamente hermosa con su pelo suelto;
Brasilia desde esa
altura parecía una maqueta post moderna.
Por el Eixo Monumental
los autos corrían como miniaturas,
él descubrió en sus
ojos un misterioso brillo
y no tuvo valor para
decirle:
-la ciudad es fabulosa
porque la miro a tu lado.
Él la llevó a la
Catedral que diseñó Oscar de Niemeyer;
era domingo de misa y
multitudes cantaban adentro.
Ella se fijó en las
columnas geniales que se juntan arriba
como dos manos de
concreto abiertas al cielo.
También se deslumbró
con el Cristo tallado en formas cúbicas;
él simplemente miraba
cómo la luz soberbia
vertida por los
vitrales del techo
formaba caprichosos reflejos
en los ojos de ella.
Una vez le llegó a
decir que la empezaba a querer,
pero aquellas palabras
no trajeron la lluvia,
ni fueron pretextos
para la esperanza.
Ella partió de Brasilia
una madrugada en que la indiferencia
fue en extremo brutal y
amarga;
ella se fue sin saber
de las maravillas que van en el fondo de los ríos.
Nota: La segunda parte del poema se encuentra en el
siguiente enlace:
http://orfeusibm.blogspot.com.br/p/blog-page_76.html
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