viernes, 20 de julio de 2018

CÁNTICOS


Cántico I

A los que empiezan a morirse antes de morir, o sufren una larga muerte que parece interminable encima de la cama; a los que la vida no les alcanzó y se van disipando paulatina y dolorosamente; a los signados por una maldición y dejan a flor de piel sus restos cadavéricos; a los que se tornan amarillos o del color pajizo de la lástima; a los que se van descomponiendo a pedazos, o perforados por escaras putrefactas que parecen el agujero negro; a los que están en la desolada habitación de un hospital más próxima a la morgue; a los tuberculosos moribundos de la Montaña Mágica, a los niños con leucemia que hasta en la última noche conservan su mirada de ángel; a los enfermos de SIDA en su estadío final; no te les aparezcas con el ridículo Santo Sacramento, no les prometas la absolución, más bien pídeselas, porque los moribundos son seres sagrados; y no los dejes partir sin abrazarlos y sin llorar con ellos.
“Los moribundos son seres sagrados” Iván, 12 Julio 2018, São Paulo.
 

Cántico II

Había una vez una señora, nacida en las tierras de Rubén Darío; una señora que jamás fue a la escuela, que no tuvo paradigmas intelectuales que la inspirasen, ni jamás le importó la Historia, más bien prefirió siempre la divinidad de los mitos y la certeza de las leyendas; una señora que no tuvo más fortuna que la de haber parido a sus hijos, ni más bienes que su humilde ropa; una señora, hija de la tierra, de sus dolores, de su hambre; una señora que no vislumbró jamás el maravilloso cuadro de Eugène Delacroix “La libertad guiando al pueblo”, ni supo a cerca de la Revolución Francesa; esa señora, aparentemente insignificante, en plena contienda contra los lobos de siempre, levantó la bandera heroica de su país, como la heroína del óleo memorable. Y ese simple acto de una criatura minúscula, de un ser venido de la nada, fue más convincente que cien políticos en cien tribunas diferentes. Lástima que la Historia suela omitir a sus pequeños héroes, como el Arte olvida a sus pequeños artistas; la Bastilla fue tomada por una turba de parisinos, indignados y hambrientos, cuyos nombres jamás fueron inscritos en los muros de la memoria; en esos muros solo sobrevivieron los nombres pomposos y burgueses de ROBESPIERRE, MIREBEAU, MARAT, DANTON, LAFAYETTE y otros más. Había una vez una modesta señora, casi irreal, casi de fábula, uno de esos seres que son polvos vivientes entre el viento y el olvido, y en estos días en que se soltaron los perros rabiosos a matar y a romper el país de Darío, esa señora levantó el estandarte sandinista; y fue trascendente ese acto, porque no hay mejor grito de rebeldía y resistencia, que el que deriva de los ignorados y los olvidados, aquellos que no hacen otra cosa que sobrevivir y un día cualquiera parten sin que nadie se de cuenta; aunque a veces el simple hecho de alzar una bandera llegue a inmortalizar a algunos. Había una vez una señora que levantó una bandera… 

“Había una vez una señora” Iván, 19 de julho, São Paulo.

 


sábado, 16 de junio de 2018

Canción de Aimée

     
                                                   “Su sangre -que es también la mía-, pasa, crece, desdeña estrellas y derrotas” IBM

Yo tengo una hermana que me dio la vida
Para enseñarme a compartir mi soledad,
Fue cuando la ciudad se me hizo grande
Y los juegos se me volvieron demasiado serios.
Yo tengo una hermana que me dio la vida,
En los días furtivos de soñar;
Parecía el mundo hecho a nuestra a medida,
Todo era alcanzable, ella en la cola de la isla
Y yo en su centro, luego nos juntamos
Y todo el país se nos hizo nuestro.

Yo tengo una hermana de frente a mis espejos,
Para cuando no me alcanzará mi imagen
Tener la de ella como un “álter ego”.
Yo tengo una hermana que me dio la vida,
Para que esté donde esté
Siempre tenga yo que volver a ella;
Yo tengo una hermana tocando a mi lado
Las mismas teclas de un piano;
Yo me precio de ella, y me precio también de sus hijos;
Mi vanidad me hace verme dentro de ellos también,
y sentir que escapo dentro de sus venas
como aves del Nilo arrumbadas hacia tierras futuras
que mis ojos jamás podrán ver.

Yo tengo una hermana que me regaló la vida.

domingo, 10 de junio de 2018

10 de junio 2018



Iglesia de los Apasionistas en la Víbora; templo esencial para los arroyenses y los de 10 de octubre. Fabulosa para la meditación, en sus bancos no pocas veces me leí algún que otro libro, o escribí algún verso; le eché algunas moneditas a Santa Marta (como se llamara mi madre). Sus amplios espacios dan una intimidad soberbia para todo tipo de citas; citas con Dios, incluso para esas citas furtivas que van más allá de la divinidad y la Religión. 











"Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor"
José Martí












FACULTAD DE MEDICINA en una pradera AFRICANA

OCTOSÍLABOS Y FOTOS

MODESTO HOMENAJE A MI CÁRDENAS NATAL

Oración a MARTHA MADAN

CONFUSIÓN SIMBÓLICA

Los PERROS y la ALERGIA

NUNCA HE SIDO DE PARÍS

Dos óleos de PICASSO en Sāo Paolo

Mis Memorias de un GOLPE DE ESTADO

CANTO REBELDE A MI FARID

Muerte de MALAM BACAI

EN LA CASA DEL DOLOR

SERPIENTES VENENOSAS DE GUINEA BISSAU

AVENIDA PAULISTA, POMPOSIDAD Y ESPLENDOR

CHIVACOA, MARÍA LIONZA y el visor de NICOLÁS FEDERMAN”

OFELIA la de MANTILLA

El KILIMANJARO desde lo REAL MARAVILLOSO

BIBLIOTECA MEGA

CIRCUNCISIÓN FEMENINA: BARBARIE, BARBARIE, BARBARIE

CINCUENTA ADAGIOS

VIAJE POÉTICO A TRAVÉS DE LOS RÍOS DEL MUNDO

Nostalgias de los MÉDANOS DE CORO

MI PROSA en web-ARTIGOO

ALEJAIDRINHO, LA LEPRA Y LOS DOCE PROFETAS

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